Hay una primavera diferente recorriendo mi cuerpo. Sí, la siento palpitar en la yema de los dedos con la urgencia del brote verde lechuga fresca a punto de estallar; la recojo de los cimientos de mi útero que callado vierte su fuego hacia los ríos de mis pechos y, hay un no sé/sí sé solapado en mi rostro de tantas y tantas caminatas. Ella tiene rastros de océanos y senderos de montañas. Es descarada, deslumbrante e inconsecuente.
Esta primavera sabe que tiene plazos.
Esta primavera la he recogido en dosis: un poco de lago inmenso con olor a viento salvaje y solitario del sur argentino, un aluvión de catarata turbulenta con sabor a mangos y cielos amazónicos del Pacífico ancestral, una porción suculenta de playas de aguas dulces de ríos tornasolados y saladas esmeraldas de mar de un tropical Atlántico y, una deliciosa y voraz bocanada de transparencias ancestrales mediterráneas que sacude sus caderas con un flamenco febril en rojo y amarillo. El cóctel es una mistura licuada, bebida en inviernos desolados que se hilvanaron desprolijos y certeros uno a uno. De ellos traigo los marrones intrincados, que como huesos de calavera en la niebla y al sol, tienen el olor del tiempo. Por eso, sé que hay plazos.
A veces, creo que sería mas agradable hablar de las otras primaveras que sólo huelen a tarde verde y tímidos pétalos de flores sorprendidos por el nuevo sol, pero, como dije antes: hay plazos. O, como lo sé y acepto: hay ciclos. Mi primavera hoy es una amiga primavera con la que nos juntamos cada tanto y nos abrazamos y besamos en la boca. Nuestro aliento se contagia de salivas nuevas y antiguas, nos reconocemos.
Por eso te olfateo, ya te presiento y te percibo …
sé que estás diferente.
Yo también.
Carolina Chavez para Energía Femenina en Movimiento