Comienza el otoño a inundar el espacio con su solapada presencia: aromas arrastrando la incipiente humedad del amanecer Mediterráneo, matices rosados abrazados a los fugaces naranjas; cobran nueva vida las piedras grises tiñéndose de un musgo renovado y la cadencia … la suave cadencia que comienza a vibrar en el cuerpo recostándose por dentro de mi piel, explayándose hacia lugares íntimos: te siento, estas llegando …

Contigo renace la necesidad de soltarme de la etapa que ya fue vivida, de liberar mis pies de huellas andadas, de amparar mis brazos en vuelos necesarios. Contigo me sumerjo nuevamente en la búsqueda cíclica de la próxima versión, aquella que aún está en borrador y latiendo su cercana presencia.
Piel adentro es un destino que me pertenece
para recorrer sus riberas y anclar en espacios insondables
para liberar la mirada resbalándola por aromas de agua de montaña
para descalzar mi memoria cansada
para soltar la mochila que me dobla la espalda
para auscultar la savia que brota de las calles y de los arboles
Sí, piel adentro es mi espacio de veranos, primaveras, inviernos y otoños
descifrados todos y cada uno, con la labor incansable de la sensación-intuición.
Y hoy con calma y serenidad cuando la turbulencia me arranca la cordura, estalla el seguro amparo que se yergue insondable por dentro de mis riberas empapando con su lengua cada poro, espumando su espuma de sal en cada célula y abrazándome por dentro. Refugio claro, ancla única y propia.

Entonces lo sé; todo esta aquí, ahí, allí. Todo está en el paso a paso que recorriendo por fuera me anda por dentro.